En los últimos doce años, la comunidad informática clandestina se ha transformado y ha pasado de ser un grupo que practicaba una actividad de diversión adolescente y entretenimiento dañino (divertido para ellos, no tanto para las víctimas), dieron paso a cíber-bandas internacionales organizadas y patrocinadas por los estados, que dirigen ataques sofisticados de “advanced persistent threat” a la infraestructura vital de varios países. ¡Menuda metamorfosis!
En los días de diversión previos, por varias razones, los cíber-miserables intentaban infectar a los ordenadores que podían, y los sistemas de software antivirus tradicional se diseñaban precisamente para desviar ataques masivos de ese tipo (y realizaban su trabajo bastante bien). Hoy en día, las nuevas amenazas son todo lo contrario.
Los cibercriminales saben exactamente cómo funcionan las tecnologías anti-malware, por lo que intentan pasar inadvertidos, a menudo, optando a objetivos particulares – con metas muy precisas. Y todo esto es muy lógico desde un punto de vista comercial.
Así que, sí, el inframundo ha cambiado, sin embargo, el paradigma de la seguridad, por desgracia, sigue siendo el mismo: la mayoría de las empresas continúan usando tecnologías diseñadas para las epidemias de masa – es decir, protección anticuada – para hacer frente a las amenazas de hoy. En consecuencia, mayoritariamente las compañías mantienen posturas reactivas y defensivas en la lucha contra el malware, por lo que siempre están un paso por detrás de los atacantes. En la actualidad, nos encontramos cada vez más con amenazas desconocidas para las que todavía no se ha desarrollado ningún archivo de detección, ni ningún rastreador de comportamiento, por lo que, frecuentemente, el software antivirus no puede detectar las amenazas.
Al mismo tiempo, los cíber-mocosos (por no hablar de los sucios militares del mundo www) comprueban meticulosamente bien cuándo sus programas maliciosos logran permanecer totalmente ocultos a de los AV. Esto no está bien. Está muy mal.
Todo esto se vuelve aún más paradójico cuando se descubre que en los arsenales de la industria de la seguridad de hoy en día, existen suficientes funciones alternativas de protección integrada en los productos –funciones capaces de hacer frente a las nuevas amenazas desconocidas.
Hoy os voy a hablar sobre una función así…
Así pues: en la ingeniería de la seguridad informática hay dos posiciones por defecto que una empresa puede adoptar con respecto a la seguridad: “Permitir por defecto”, todo (todo el software) lo que no está explícitamente prohibido, se puede instalar en los ordenadores; y “Denegar por defecto”, todo lo que no está expresamente permitido, está prohibido (lo que mencioné brevemente en otros post mío).
Como ya habrás imaginado, con respecto a la seguridad, estas dos posturas representan los dos polos opuestos a los que es “útil” y a lo que es “seguro”. Con “Permitir por defecto”, todas las aplicaciones tienen la libertad de hacer lo que les dé la gana en el ordenador y/o en la red, y el AV aquí asume el papel del que va por ahí tapando agujeros por los que se escapa el agua, poniendo los dedos en los agujeros frenéticamente (los agujeros son de diferentes tamaños (gravedad) y aparecen con regularidad).
Con la posición “Denegar por defecto”, la situación es justamente contraria: se impide la instalación de cualquier software – a menos que estén incluido en la lista de la empresa de software de confianza. No hay agujeros – pero también es probable que no se dañe mucho, porque no hay muchas cosas que puedan causar daño.
Aparte de que continúe apareciendo el malware desconocido, las empresas (y, en particular, sus departamentos de IT) tiene otros muchos problemas con la posición “Permitir por defecto”.
Primero: la instalación de software y servicios no productivos (juegos, programas de comunicación, los P2P … – el número de los cuales depende de la política de una organización determinada); Segundo: la instalación no verificada y, por lo tanto, potencialmente peligrosa (vulnerable) a través de la cual los cíber-sinvergüenzas pueden meterse dentro de una red corporativa, y Tercero: la instalación de software de administración remota, que facilita el acceso a un ordenador sin el permiso del usuario. La respuesta a los dos primeros rompe-cabeza es bastante clara. En cuanto a la tercera, ¡permíteme aclararlo un poco con una de mis explicaciones tecnológicas de la marca EK!
Recientemente, se realizó una encuesta a empresas en las que se les planteó la siguiente pregunta “¿Cómo incumplen los empleados las normas de seguridad de IT vigentes, mediante la instalación de aplicaciones no autorizadas?” Los resultados que obtuvimos están resumidos en el gráfico circular que encontrarás más abajo. Como se puede ver, la mitad de los casos son de administración remota. Esto significa que los empleados o los administradores del sistema instalan programas de acceso remoto para acceder a recursos internos o para acceder a ordenadores para diagnósticos y/o “reparaciones”.
Las cifras hablan por sí solas: se trata de un gran problema…