Junio 30, 2014
Cibernoticias del lado oscuro – 30 de junio de 2014
Hackeada la bolsa gracias a un retraso de microsegundos
Los estafadores llegan a cualquier sitio, incluso a la Bolsa. Bueno, ahora lo explico bien…
La profesión de los brokers de bolsa antes era muy respetada y honrada, es más, se trataba de un trabajo muy duro. Los intermediadores de acciones trabajaban muchísimo y durante muchísimas horas a la semana, siempre bajo presión porque tenían que tomar decisiones súper importantes, de día y de noche. Compraban y vendían valores, acciones, bonos, derivados financieros (o como se llaman todas estas cosas) y tenían que hacerlo en el momento exacto para obtener los mejores precios y tarifas, esperando hasta el último minuto. Como para tener un ataque de corazón. En otros tiempos se tiraban por la ventana cuando todo iba mal. Un trabajo verdaderamente duro.
Bueno, eso era en otros tiempos. Ya no se trabaja manualmente, ahora todo está automatizado. Ya no es necesario pensar mucho, estresarse o sudar: la mayoría del trabajo lo llevan unos robots (programas especiales que determinan automáticamente el momento mejor para comprar o vender). En pocas palabras, la profesión del bróker se ha reducido a enseñar a las máquinas cómo hacer estas operaciones. Y los tiempos de reacciones de estas máquinas (o sea fracciones de segundos) son fundamentales para traer beneficio de un mercado o de otro. La velocidad depende de la calidad de la conexión a Internet con la bolsa de valores electrónica. O sea, cuanto más cerca el programa se encuentre físicamente de la Bolsa, más probabilidades hay de ser los primeros en hacer una oferta. Viceversa, los robots en “las afueras” siempre se quedarán al margen, a no ser que utilicen los algoritmos más recientes.
Últimamente, en estos importantes tiempos de reacción se interponen unos cibercriminales desconocidos. Un sistema de fondos de inversión ha sido infectado por un malware que ha retrasado las transacciones de algunos centenares de microsegundos; esto seguramente habrá hecho la diferencia entre cerrar unos tratos importantes o perderlos para siempre.
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