EN KIMBERLEY, AUSTRALIA. PARTE 6.

¡Buenos días, zarigüeyas!

He aquí la penúltima publicación de lo que ha resultado ser una especie de diario de viaje de Australia…

Después de comer, tras nuestra aventura mañanera en nuestro último día completo aquí, ¡llegó por fin el momento para una tarde de compras!

Pero no me refiero a las típicas compras en el sentido de ir a un centro comercial + restaurante; en Kimberley no hay centros comerciales. No, me refiero a un tipo de tienda en concreto, de un solo producto. ¿Ya sabéis cuál?

Chicos (me refiero al género masculino), os recomiendo que hagáis a este tipo de compras sin vuestra mujer/novia/hija, o sin dinero ni tarjetas de crédito. ¡Preferiblemente sin ninguna! En la oferta de productos que hay aquí, nada sale barato…

El producto es… ¡una perla! Aquí, en Cabo Leveque producen perlas de forma industrial.

Funciona de la siguiente forma:

Los ciudadanos locales cogen las conchas de las ostras y les implantan un cuerpo extraño (no recuerdo de qué está hecho), después ponen las conchas en cajas con redes y las vuelven a dejar en el mar. Unos años después, abren las conchas y… ¡Ta-chán! ¡Tienen una perla!

La carne que queda en el interior de las conchas se ofrece a los turistas hambrientos y, cuando han acabado su ración de ostras, también pueden comprar las conchas totalmente limpias. Un bonito recuerdo :).

Mira estas fotos del cultivo de perlas:

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¿Qué mujer en el mundo podría resistirse a ellas?

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¿Y qué haría una mujer para que le compren la perla que le gusta? Una pista: hay que aprender de la diplomacia China. ¡No habría podido comprar ninguna ya que me dejé la cartera en casa! Tuve que compensar mi desliz en una joyería en Broome.

Algunos precios eran para echarse a llorar. Por ejemplo, ¡ésta costaba la friolera suma de 86.100 dólares australianos (58.500 € aproximadamente)!

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Por cierto, no todas las perlas son grandes, redondas, suaves y sin defectos. Preguntamos por qué algunas son pequeñas y los agricultores de perlas nos dijeron claramente que “las ostras se vuelven perezosas” :).

Todavía no entiendo cómo son capaces de adivinar qué conchas tienen en su interior perlas perfectas, redondas y suaves. Eso era justo lo que estaban haciendo mientras mirábamos. Deben saberlo simplemente al observar lo “sanas” que parecen las conchas…

Y aquí es donde termino este post relatándoos mis experiencias en Kimberley, ¡por fin! En el próximo y último post de esta serie, os haré un repaso de algunas de las atracciones que no pudimos visitar en persona (al fin y al cabo, Kimberley es enorme, y sólo estuvimos allí tres días)…

Podéis ver todas las fotos aquí.

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