Hidroterapia al estilo de Milán

La ruta más corta desde Ginebra hasta Milán es a través del Túnel de Mont Blanc. Había oído muchas cosas sobre esta ruta y, finalmente, tuve la oportunidad de conducir yo mismo por ella. Y puedo decir que la ruta es muy buena. No es muy larga (solo 320km), pero la parte francesa es muy pintoresca.

Este es el Mont Blanc en toda su gloria. Tengo que sacar tiempo para escalar hasta su cima…

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Chamonix. Este es un complejo en la montaña del que también he oído mucho hablar, pero que nunca he tenido la oportunidad visitar, esquiar o pasear. No puedo decir que haya estado allí, ni siquiera he pasado cerca con el coche. (También podéis ver a mi compañero de viaje A. Sh. en la foto; también aparece en algunas fotos del salto en el Ródano).

Este es el río… No es un Katún ni un Baksan… se llama Arve.

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Vale, bastantes vistas bonitas ya, hay que avanzar. Pasamos por este túnel, el cual mide doce kilómetros y está sujeto a unas regulaciones de tránsito bastante estrictas: hay que mantener una distancia de al menos 150 metros entre los coches y el límite de velocidad es de 70 km/h. Hay dos carriles. Dicen que puedes pasar de una a dos horas esperando en la cola hasta entrar en el túnel.

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Esta es la vista desde el otro lado (el italiano).

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Por desgracia, no había más vistas. La parte italiana de la ruta consiste casi en su totalidad de túneles, con algunos tramos abiertos. Es una carretera rápida, pero no muy escénica y, sin duda, no muy apta para meditar.

Si estás en Milán con un clima caluroso y tienes uno o dos días libres, os recomiendo ir al lago de Como, que está a unos 50 km de Milán. Allí podréis alquilar una lancha de 40 caballos de fuerza (no se requiere licencia) y navegar como el viento a través del lago entero, el cual no es pequeño – mide alrededor de 50 km. Lo he visto en algunas ocasiones desde un avión, incluso lo crucé en helicóptero, y ahora, finalmente tuve la oportunidad de navegar en él.

Los alrededores son bonitos: montañas, pueblos, villas y todo tipo de botes.

Y, por supuesto, ¡un chapuzón en medio del lago!

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Luego volvimos al volante para seguir con el viaje. Navegamos por todo el lago de sur a norte, para lo que tardamos unas cuatro horas.

En algunos pueblos puedes amarrar tu bote, dar un paseo y disfrutar de la comida italiana.

Estos intrépidos muchachos estaban saltando hacia el agua desde algunos altos acantilados.

Había más personas haciendo todo tipo de actividades acuáticas.

En el norte, fluyen dos ríos hasta el lago. Uno de ellos era de este color. Me recordó a algo que vi hace poco…

Algunas de las casas en la orilla del lago son increíblemente pintorescas a la luz del sol poniente. Y no, las fotos no han pasado por Photoshop:

El tiempo pasa, el sol se pone y debemos dirigirnos al hotel.

Es todo por ahora en lo que concierne a actividades acuáticas. Parece que las montañas de Altái y el río Katún me han impresionado tanto que ya no me satisface nada. De ahora en adelante, escribiré sobre otras cosas que no tengan nada que ver con agua. ¡Lo prometo!

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