Contra el monopolio en la industria informática

Puede que algunos lectores de la parte técnica de mi blog, agotados por el calor que hemos pasado este verano, se hayan perdido un evento señalado fundamental que tuvo lugar en julio. Estoy hablando de cuando la Comisión Europea (CE) declaró culpable a Google de abusar de su posición dominante en relación con el mercado de sistemas operativos móviles y multó a la compañía con 4.340 millones de euros (que representa aproximadamente un 40 % del beneficio neto que obtuvo la empresa el año pasado).

¿Y por qué? Porque, según la CE, “Desde 2011, Google ha impuesto restricciones ilegales a los fabricantes de dispositivos Android (como obligar a los fabricantes de dispositivos Android a preinstalar aplicaciones de búsqueda y navegación de Google) y a los operadores de redes móviles para consolidar su posición dominante en los servicios de búsqueda general en Internet”.

Todo parece lógico, obvio y recurrente (la CE ya ha multado a Google anteriormente). También resulta lógico (y de esperar) que Google haya apelado contra el veredicto de la multa. Es inevitable que el caso dure muchos años y que conduzca a un resultado final falso que nunca saldrá a la luz, porque probablemente se llegue a un acuerdo extrajudicial. El motivo de esta demora judicial no se debe a la enorme cantidad de la multa, sino a lo difícil que resulta demostrar el abuso de poder.

Bien, ¿qué está pasando aquí?

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Antes de nada, debemos definir el mercado. En este caso, estamos hablando de una gran proporción de la industria de los dispositivos móviles. En esta industria no puedes crear límites, hay que demostrar la independencia/autosuficiencia y la imposibilidad de que se sustituya por parte otros mercados.

Entonces, tenemos que definir una entidad con una posición dominante en el mercado. Esto es mucho más sencillo, ya que esta entidad es Google, evidentemente, la cual lidera con una participación de más del 80 % con su sistema operativo Android. Si esta cifra fuera inferior, demostrar este caso sería más complicado.

“Entonces, ¿qué hay de malo?”, se preguntarán los lectores más atentos. ¿Qué tienen que ver los mercados de sistemas operativos y navegadores con motores de búsqueda con este mercado?

¡Efectivamente! Nada o casi nada…

Pero retrocedamos y analicemos alguna teoría…

En materia de competencia, los mercados se pueden dividir y separar prácticamente sin cesar. Se puede asignar un mercado aparte para los navegadores y otro para los motores de búsqueda. Podría dividirse aun más, según las diferentes plataformas de sistemas operativos, las regiones geográficas, etc. Parece un juego de muñecas rusas (aunque sin límites). Si lo aplicamos a Google, en los mercados de navegadores o motores de búsqueda, su dominio no está tan claro como en el mercado de sistemas operativos para dispositivos móviles.

Luego está la noción de los mercados conexos y la de la influencia de un mercado relacionado con otro. Esto facilita otra noción de abuso de una posición dominante en un mercado que, a su vez, conlleva consecuencias negativas por la competencia en el mercado correspondiente.

Pero esto es solo la teoría. En realidad, hay mucho más, miles de matices que hacen que las conexiones de causa y efecto de prueba sean una tarea infructuosa. Y deberíamos saber dónde utilizamos la doctrina de insumos esenciales, pues nos enfrentamos a esta tarea en los procedimientos judiciales contra Microsoft.

Aunque la doctrina se aplica principalmente al dominio de los monopolios naturales, existen ámbitos definidos (incluidos aquellos descritos en publicaciones especiales) que afirman que se aplica la misma doctrina en los mercados de hardware y software. De vuelta a los monopolios naturales, los insumos esenciales pueden ser los gaseoductos de un país (o el sistema ferroviario), entidades sistemáticamente importantes que se cuentan con los dedos de una mano.

En principio, se podría construir otro gaseoducto junto al original. Pero en la práctica esto no suele suceder, de hecho, en algunas localizaciones e industrias, nunca tiene lugar. Por ello, el propietario del gaseoducto es también el propietario de estos insumos esenciales, ellos son los insumos esenciales, y no tienen competencia. Así es cómo las condiciones climáticas e históricas y otras circunstancias objetivas hacen que las cosas sean como son. Nadie va a molestar al propietario del gaseoducto/de los insumos esenciales, porque sin él/ellos no habría gaseoducto (ni insumos esenciales).

No obstante, en el momento en el que el propietario de insumos esenciales comienza a desarrollar otros tipos de negocio indirectamente relacionados con esos insumos esenciales, pueden surgir efectos contrarios a la competencia.

Esto es lo que sucedió con Google, el cual, gracias a poseer gran parte del poder del mercado de sistemas operativos para dispositivos móviles, pudo transferir parte de su poder a los mercados de navegadores y motores de búsqueda. Si tenemos en cuenta que Google, una empresa integrada verticalmente, produce simultáneamente navegadores y motores de búsqueda, se generaron condiciones para limitar la competencia en estos mercados, en vez de estimularla.

Según la CE, Google hizo que los fabricantes de hardware para Android aplicaran sus servicios y aplicaciones adicionales en sus dispositivos. De este modo, la empresa abusó de su posición para beneficiarse a sí misma sobre los desarrolladores independientes. Y ese es el mayor pecado en el derecho de competencia.

De hecho, el abuso de la posición de dominio está considerado por las autoridades antimonopolio de todo el mundo como una violación grave de la ley, por lo que se acuerdan multas rigurosas y se obliga a finalizar con el abuso.

Pero la industria informática no es como cualquier otro sector tradicional que evolucionan lentamente, como el petróleo y el gas, la energía o los metales. En la informática, la velocidad del desarrollo tecnológico es una locura. Hoy Nokia es el rey, mañana, nadie. Un gigante del calibre de Google podría aplicar el poder de su monopolio y aplastar a toda la competencia de todos los nuevos mercados a los que accediera en tan solo unos pocos años. De esta forma, no solo sufre la economía europea, sino también los consumidores (y no, no quiero entrar en la discusión sobre los beneficios de la competición). Por ello, las multas son tan severas, para enviar un mensaje y para que todas las decisiones comerciales de estrategia que tomen las grandes empresas sean consideradas desde el punto de vista del canon antimonopolio.

Entonces, ¿por qué seguimos hablando una y otra vez de la historia del antimonopolio? No voy a intentar encontrar las respuestas (conspiraciones, intentos maliciosos o lo que sea), se lo dejo a la CE. Pero, en mi opinión, la raíz del mal es mucho más simple.

Cualquier empresa se esfuerza por evolucionar, pero cada una lo hace de forma diferente. Es totalmente lógico que una empresa desarrolle el camino que ofrezca menos resistencia (menor coste de los insumos). Por tanto, es lógico que, en busca de beneficios, las empresas ignoren restricciones legales, incluida la legislación del monopolio.

En resumen, recordemos nuestros procedimientos legales con Microsoft (sobre la promoción agresiva e injusta de su propio antivirus, reforzada por su posición dominante en el mercado de los sistemas operativos), que acabó en nuestro favor.

A simple vista puede parece que un proveedor independiente no tiene muchas posibilidades contra este poderoso mundo. Cuando Microsoft comenzó a exprimir en segundo plano el mercado de los antivirus para intentar apartar a los proveedores independientes de soluciones de ciberseguridad, hubo mucho revuelo por ello en la industria, pero solo en segundo plano. La indignación no conoce límites, pero incluso cuando el nivel de indignación se encontraba en su punto más alto, parecía que estaba silenciada. Fue entonces cuando nos dimos cuenta de que teníamos que sublevarnos nosotros mismos ante este abuso descarado (como si no estuviéramos acostumbrados ya…). Y en los dos años siguientes hemos demostrado, probado y convencido al tribunal de que los actos de Microsoft han sido todo un obstáculo para la competencia del mercado de los antivirus. ¡Y ganamos!

Sí, ha sido trabajo y largo duro, hemos necesitado muchos recursos, pero ha sido totalmente factible. Ya lo dice el dicho, si quieres, puedes. Contamos con tres (¡3!) especialistas trabajando para este caso (que también han trabajado en otros asuntos en paralelo, incluida la lucha contra los troles de patentes). Además, resultó muy poco alentador que nuestros colegas de la industria de antivirus decidieran no actuar (¡para proteger su participación en el mercado!). De todas formas, bien está lo que bien acaba: hemos conseguido un veredicto justo para toda la industria.

Por tanto, espero que, en el caso contra Google, la CE alcance la verdad en beneficio tanto de los usuarios como del progreso tecnológico. Y espero que todos luchen contra las injusticias, pues es la única forma de hacer del mundo un lugar mejor.

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