El ciberpasado, primera parte: 1989-1991

Después de haber escrito hace poco una publicación sobre nuestro continuo Top-3 en pruebas independientes, me sentí un poco nostálgico por el pasado. Poco después dio la casualidad de que se celebró el vigésimo aniversario del virus gusano ILOVEYOU: ¡más nostalgia y otra publicación! Pero por qué parar ahí, pensé. No es que haya mucho más que hacer, así que, ¡voy a seguir! Por lo tanto, voy a continuar con estas entregas de nostalgia Kaspersky, principalmente en un orden aleatorio según se ve vaya ocurriendo…

En primer lugar, debemos rebobinar (en un reproductor de casetes de los 80) hasta finales de los 80, cuando Kaspersky era simplemente mi apellido.

Primera parte, prehistoria: 1989-1991

Tradicionalmente considero octubre de 1989 como el año en el que tomé los primeros pasos reales hacia lo que resultó ser mi carrera profesional. Descubrí Cascade (Cascade.1704) en un Olivetti M24 (CGA, 20M HDD) en los archivos ejecutables que había logrado infiltrar este virus y lo neutralicé.

La narración generalmente pasa por alto el hecho de que el segundo virus no fue descubierto por mí (fuera de nuestro equipo) sino por Alexander Ivakhin. Pero después de eso, comenzamos a “analizar” las firmas de los virus utilizando nuestra herramienta antivirus (no puedo llamarlo “producto”) con regularidad. Los virus aparecerían cada vez con más frecuencia (es decir, ¡unos pocos al mes!), los desarmaba, analizaba, clasificaba e introducía los datos en el antivirus.

Pero los virus seguían llegando, unos nuevos que masticaban y escupían ordenadores sin piedad. ¡Necesitaban protección! Todo esto fue en la época del glásnost, la Perestroika, la democratización, las cooperativas, los videograbadores VHS, los walkmans, unos peinados cuestionables, unos suéteres peores aún y también los primeros ordenadores domésticos. Y el destino quiso que un compañero mío fuera el jefe de una de las primeras cooperativas de ordenadores, así que yo mismo me invité a ir y a comenzar a exterminar virus.

Mi primer “sueldo” fue… una caja de disquetes de 5 pulgadas, ya que no estaba moralmente preparado para recibir dinero por mis servicios. Sin embargo, no mucho después, creo que a finales de 1990 o principios de 1991, la cooperativa firmó dos megacontratos y yo me llevé una buena suma de ambos, teniendo en cuenta los tiempos que corrían.

El primer contrato fue la instalación de un software antivirus en ordenadores importados a la URSS desde Bulgaria por una cooperativa con sede en Kiev. En aquel entonces, los ordenadores búlgaros estaban plagados de virus, que generaban un buen lío en los datos de los discos; los virus, por cierto, también eran búlgaros.

El segundo contrato fue para conceder licencias de tecnologías antivirus en un sistema basado en mega-MS-DOS (el equivalente a MS Office por aquel entonces).

¿En qué gasté mi primer sueldo “real”…? Creo que fue en un videograbador; lo que resultó ser una pérdida de dinero absoluta. Nunca tuve tiempo de ver películas y, mucho menos, de grabar cosas y volver a verlas. A mi familia tampoco le gustaban los vídeos. (Por cierto: un buen videograbador costaba entonces… ¡lo mismo que un Lada decente de segunda mano!).

Mi segunda compra valió mucho más la pena: varias toneladas de papel para la publicación de mi primer libro sobre virus informáticos. Por cierto: justo después de esta compra, entró en vigor la Reforma Pavlov, por lo que no fue mala idea gastar hasta el último de mis rublos: ¡días después, muchos de mis billetes de 50 y 100 rublos habrían sido inútiles! ¡Suerte!

Mi libro se publicó en la primavera de 1991. Por desgracia, no generó muchas ventas y la mayoría de las copias se quedaron acumulando polvo en algún almacén, sin duda. Aunque, de todos modos, diría que sí se vendió, ya que desde entonces no he encontrado una sola copia y en el archivo K solo tenemos una (así que, si alguien tiene otra copia, ¡hacédmelo saber!). Y, por cierto: una tal Natalya Kasperskaya me ayudó mucho con la preparación del libro. Estaba en casa haciendo malabares cuidando a dos pequeños y editándolo una y otra vez; sin embargo, esto creo que pudo haber despertado su curiosidad en el buen sentido: se entusiasmó con el proyecto antivirus y pasó a formar parte de un modo más activo.

Esa foto es de mi segunda publicación. La única copia de la primera, que acabo de mencionar, está en la oficina y, dado que nos estamos tomando en serio lo de la cuarentena, no puedo tomarle una foto físicamente.

Además de libros, también comencé a escribir artículos para revistas de informática y a aceptar oportunidades de dar charlas de forma ocasional. Uno de los clubes con los que colaboraba también enviaba shareware en disquetes por correo. Y fue en esos disquetes en los que aparecieron las primeras versiones de nuestro antivirus: “-V by doctor E. Kasperski”, más tarde conocido como “Kaspersky” (antes de esto, los únicos usuarios del antivirus eran amigos y conocidos).

Las principales diferencias entre mi herramienta antivirus y las herramientas de otros (no se pueden llamar “productos”) fueron, en primer lugar: una interfaz de usuario adecuada, en el modo de pseudo-gráficos de MS-DOS, que incluso (!) admitía el uso de un ratón. En segundo lugar: presentaba una “guardia constante” y funcionalidades para el análisis de la memoria del sistema para buscar virus MS-DOS residentes hasta ahora desconocidos (esto era anterior a Windows).

La versión guardada más antigua de este antivirus es la -V34 del 12 de septiembre de 1990. ¡El número “34” proviene de la cantidad de virus encontrados! Por cierto: si alguien tiene una versión anterior, hacédmelo saber y, de hecho, cualquier versión posterior también, además de -V.

Entonces el mercado de antivirus no existía en Rusia, lo único similar era el “Aidstest” de Dmitry Lozinsky que encontrabas en un disquete por tres rublos en el mercado. Intentamos organizar las ventas a través de varias cooperativas informáticas o empresas conjuntas, pero quedaron en nada.

Así que, entre 1990 y 1991, comencé a asumir mi papel como analista de antivirus independiente, aunque nadie había oído hablar de tal profesión. Mi familia no estaba demasiado impresionada, por no decir otra cosa, sobre todo porque la URSS se estaba derrumbando y una pregunta muy pertinente que se discutía en la intimidad de las casas (nadie iba a cafeterías, restaurantes o bares para reunirse o charlar en aquel entonces: en primer lugar, no había muchos y no mucha gente tenía el dinero para gastarlo en ellos] sería algo así como: “¿a dónde ha ido a parar todo el azúcar de los estantes de las tiendas?”. Fueron tiempos difíciles; lo que lo hace aún más interesante.

¡Continuará!…

 

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